Publicaciones periódicas
Son publicaciones editadas a intervalos regulares de tiempo, a menudo denominadas revistas, especialmente cuando contienen numerosas fotografías y están dirigidas a amenizar el ocio de los lectores. Las publicaciones periódicas se diferencian muy claramente de los periódicos en que éstos tienen una frecuencia diaria y, además, sus grandes páginas, por lo general sin encuadernación, se imprimen en pulpa de papel, de muy baja calidad, mientras que las publicaciones periódicas suelen tener una frecuencia variable (semanal, quincenal, mensual, bimestral, trimestral e, incluso, anual), estar confeccionadas en papel de cierta calidad y sus páginas, de un formato más pequeño, ir encuadernadas. Por lo general, los diarios se ocupan casi exclusivamente de noticias de actualidad, mientras que las revistas, aunque no abandonan asuntos de interés inmediato, se preocupan por dar una visión más amplia del contexto y están destinadas a un público más especializado.
En los primeros años del siglo XX, aparecerían en los Estados Unidos revistas representativas de unos gustos literarios algo más exquisitos y de una actitud abiertamente hostil hacia los restos de la estricta moralidad victoriana. Algunas de ellas se publican aún hoy en día, como la mítica Vanity Fair (1913-1936, renacida en 1983, aunque con una orientación ligeramente diferente) y The New Yorker (1925), una revista con vocación decididamente urbana y en la que caben historietas gráficas, textos literarios de autores contemporáneos e informaciones acerca de hechos relacionados con la ciudad en la que se edita.
Otra de las novedades que aportó el comienzo del siglo XX fue la creación de revistas semanales de actualidad, entre las que se encuentran cuatro que aún continúan publicándose: Time (1923), Newsweek (1933), Life (1936-1972, renacida como mensual en 1978) y Ebony (1946).
En el primer tercio del siglo XX, las revistas españolas tuvieron un floreciente resurgir y entre las más destacadas figuran La Pluma y España, dirigidas por Manuel Azaña o la Revista de Occidente, fundada en 1923 por José Ortega y Gasset y que todavía sigue publicándose. También de esta época procede Blanco y Negro, una revista de información general ligada al diario ABC, en sus orígenes independiente del mismo.
Paralelamente surgirían también numerosas revistas literarias, por lo general de pequeño formato, que realizaron una importantísima labor de promoción de autores poco conocidos pero de gran calidad.
Las revistas de humor en España tuvieron un papel importante durante la dictadura de Primo de Rivera, que prohibió toda clase de crítica política y ésta adoptó la máscara del humor en semanarios como Buen Humor y La Ametralladora. Terminada la Guerra Civil, se volvió a dar la misma situación y Miguel Mihura fundó La Codorniz, "la revista más audaz para el lector más inteligente". En ella publicaron los humoristas más importantes de varias generaciones. Desapareció en 1978 cuando otra revista, Hermano Lobo, estaba en pleno apogeo.
A lo largo del siglo XX, la publicación de revistas se fue consolidando como actividad altamente rentable en todo el planeta. Probablemente el país en que más revistas se publican en la actualidad sea Japón —donde existen varios millares de revistas distintas, seguido de los Estados Unidos. En España, el auténtico resurgir de la prensa ilustrada se dio durante la década de 1960. En Madrid, se reeditó la Revista de Occidente, en su segunda época, que había quedado interrumpida después de la Guerra Civil. Aparecieron revistas nuevas como Cuadernos para el Diálogo, fundada por Joaquín Ruiz Jiménez, de tendencia demócrata cristiana, en 1963; y Triunfo, que en 1962 inició una andadura izquierdista bajo la dirección de José Angel Ezcurra. En Barcelona apareció Destino en 1958, dirigida por Néstor Luján, que acentuaba las posturas críticas y catalanistas.
Pero fue a partir de la consolidación de la libertad de expresión y del crecimiento económico paralelo cuando comenzaron a surgir títulos destinados cada vez a públicos más reducidos y variados. Así, a las ya existentes revistas femeninas muchas de ellas pertenecientes a la llamada prensa del corazón, es decir, aquella que se ocupa de informar en detalle sobre la vida privada de personajes públicos, en especial pertenecientes a la aristocracia o al mundo del espectáculo, como Pronto, Hola, Semana, Lecturas y Diez Minutos, que constituyen uno de los sectores más amplios del mercado, se fueron uniendo las ediciones en español de revistas anglosajonas, como Vogue y Cosmopolitan, a la vez que surgían otras nacionales, como Woman.
También destinadas a un público general, por su contenido de actualidad, centrado principalmente en la política pero sin olvidar las necesidades de ocio y cultura de sus lectores, están las revistas Tiempo, Cambio 16, Época y Tribuna semejantes, aunque mucho más recientes, a Time y Newsweek, de Estados Unidos y otras similares pero enfocadas hacia un público esencialmente masculino, como Man, Interviú y las ediciones españolas de publicaciones internacionales, como Playboy o Penthouse. Uno de los terrenos en los que se ha producido una mayor expansión ha sido el de la divulgación científica, y durante los últimos años han surgido revistas destinadas a saciar la curiosidad de los lectores con respecto a los temas científicos o pseudocientíficos, y que explican de un modo conciso y muy gráfico los últimos desarrollos en las distintas disciplinas. Entre las publicaciones más vendidas del género se encuentran Muy Interesante y Quo.
El otro gran sector en crecimiento es el de las revistas informáticas. Con la extensión de los ordenadores domésticos y de las redes informáticas telefónicas, como Internet, y la aparición de tecnologías en las que se integran las imágenes, los textos y los sonidos multimedia, ha crecido espectacularmente la demanda de información por parte de un público que, en su mayoría, se encuentra desorientado ante el rápido avance de la técnica aplicada a este campo. Así, han surgido revistas españolas, como PC Manía o Súper PC, y se han realizado ediciones nacionales de otras estadounidenses, como PC World o PC Magazine. Por lo demás, la ampliación de los gustos y las necesidades de los lectores españoles han empujado a una gran diversificación del mercado y, mientras continúan publicándose revistas relativamente especializadas, como Mundo Científico, han ido apareciendo otras que, o bien han entrado en competencia con ellas o bien han inaugurado terrenos en los que aún no se había adentrado ninguna. Es interesante señalar, aunque sólo sea a través de unos pocos ejemplos, algunas de las publicaciones más destacadas de los más variados campos.
Algunas publicaciones latinoamericanas importantes de este siglo han sido Sur, en Argentina; Amanta en Perú; Atenea en Chile; Revista Nacional de Cultura, en Venezuela; Eco, en Colombia; Orígenes y Bohemia, en Cuba; así como Cuadernos Americanos, Plural, Proceso, Vuelta, Tiempo, etc. en México.
Revistas literarias
Son publicaciones periódicas que tienen como objeto principal la literatura en cualquiera de sus manifestaciones.
Revistas Literarias Españolas
La aparición de publicaciones periódicas que no fueran meramente informativas data del siglo XVIII en forma de piscatores o almanaques, que se editaban por años y en los que se daban datos útiles sobre el clima, las comunicaciones, la población y otros temas informativos, junto con prosa literaria y poemas de breve extensión.
También del XVIII es la institución del semanario o censor, que incluía descripciones de modas y costumbres, acompañadas de crítica social y moral. Si bien su objeto no era literario, a veces la calidad de sus prosas alcanzaba tal carácter.
Los espectáculos también promovieron la publicación de revistas que, junto con las noticias y reseñas del acontecimiento, podían servir para acreditar una tendencia literaria. En 1804, Andrés Miñano fundó, sin demasiada repercusión, un Diario de los Espectáculos, revista que defendía los ideales del clasicismo ilustrado y en la que, entre otros, escribió Leandro Fernández de Moratín.
Literatura infantil
La Literatura infantil engloba diferentes géneros literarios: ficción, poesía, biografía, historia y otras manifestaciones literarias, como fábulas, adivinanzas, leyendas, poemas y cuentos de hadas y tradicionales de transmisión oral. La literatura infantil apareció como forma o género independiente de la literatura en la segunda mitad del siglo XVIII y se ha desarrollado de forma espectacular en el siglo XX.
Inicios del Libro
En la época de la Edad Media eran pocos los adultos y niños que tenían acceso a los libros y la lectura. Leer era un privilegio. La cultura se hallaba recluida en palacios y monasterios, y los pocos libros a los que se tenía acceso estaban marcados por un gran didactismo que pretendía inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. Es de suponer que en esta época los niños oirían con gusto poesías, cuentos y cuentos tradicionales que no estaban, en principio, pensados para el público infantil.
Los escasos libros para niños que existían en esta época eran abecedarios, silabarios, bestiarios o catones (los libros llenos de sentencias que seguían a los abecedarios) que contenían normas de comportamiento social y religioso.
La influencia del mundo antiguo oriental dominó gran parte de la edad media. Ramón Llull (1232-1316) compuso el Llibre de les besties, y, pensando en los niños, un Ars puerilis dedicado a la educación de la infancia.
Como una muestra más de la preocupación por lo pedagógico y la intención moral que dominaba en esta época, se pueden citar los Proverbios del marqués de Santillana que escribió por encargo del rey Juan II para su hijo.
La invención de la imprenta puso en manos de los niños libros que hasta ese momento sólo se conocían por versiones orales. Uno de los primeros que se editó en España fue el Isopete historiado, en el año 1489. Se trataba de una traducción al castellano de las fábulas de Esopo, con grabados en madera. En la misma imprenta, la de Juan Hurus en Zaragoza, se editó en 1493 una versión del Calila e Dimna, el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, que avisa en su prólogo que se trata de un libro tanto para adultos como para los niños.
Numerosas cartillas y abecedarios debieron de imprimirse en esta época, así como adaptaciones de los libros sagrados, como el Antiguo Testamento para los niños, de Hans Holbein (1549).
El descubrimiento del mundo antiguo sacó a la luz numerosas fábulas de la Antigüedad, y junto a traducciones de Esopo aparecieron nuevos creadores: en España, Sebastián Mey, Fabulario de cuentos antiguos y nuevos (1613), que reúne una colección de 57 fábulas y cuentos que terminan con un dístico moralizador, y en Francia Jean de la Fontaine, autor de las Fábulas (1688).
En Alemania se edita en 1658 el Orbis Sensualium Pictus, del monje y pedagogo Comenio. Este libro en imágenes se considera revolucionario dentro de la literatura infantil. Se publicó en cuatro idiomas, latín, alemán, italiano y francés y cada palabra llevaba su correspondiente dibujo. Se trata de un libro de concepción muy moderna que defiende la coeducación y el jardín de infancia.
Charles Perrault (1628-1703) publicó en Francia sus Cuentos del pasado (1697), en los que reúne algunos relatos populares franceses. Estos cuentos, que subtitula Cuentos de mamá Oca, recogen relatos populares franceses y también la tradición de leyendas célticas y narraciones italianas. Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de cada uno añade una moraleja. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo y consagró "el mundo de las hadas" en la literatura infantil.
Siguiendo las huellas de Perrault, Madame D'Aulnoy (1650-1705) escribió cuentos como El pájaro azul o El príncipe jabalí.
Madame Leprince de Beaumont (1711-1780) escribió más tarde El almacén de los niños (1757), un volumen con diversos contenidos en el que se incluye una de las narraciones más hermosas de la literatura fantástica, La bella y la bestia.
Pero las narraciones que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se tradujeron al francés en once tomos entre 1704 y 1717. En 1745, John Newbery abrió en Londres la primera librería y editorial para niños, La Biblia y el Sol, y editaron gran número de obras. En 1751 lanzó la primera revista infantil del mundo: The Lilliputian Magazine. En España, la primera revista infantil se publicó en 1798: La Gaceta de los Niños. En Inglaterra aparecieron dos libros de gran trascendencia: el Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe (1679-1731) y Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift (1667-1745). La intensa actividad intelectual del siglo XVIII benefició también al niño, ya que a partir de este momento, y gracias al pensador francés Jean-Jacques Rousseau, se dejó bien claro en su Emilio (1762) que la mente de un niño no es como la de un adulto en miniatura, sino que debe ser considerada según características propias.
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